Una mirada al papel clave de las BMD en la arquitectura financiera internacional
Introducción
La Banca Multilateral de Desarrollo (BMD) ha tenido un rol relevante en el financiamiento internacional desde mediados del siglo XX. Su origen responde a la necesidad de reconstruir Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Estas instituciones se establecieron con el fin de proveer recursos financieros, promover la estabilidad y fomentar la cooperación internacional. A lo largo del tiempo, se expandieron en cantidad, funciones y modalidades de intervención (Humphrey, 2022).
En el siglo XXI, enfrentan nuevos desafíos: desigualdades estructurales persistentes, protagonismo creciente de economías emergentes, crisis sanitarias y geopolíticas, y la necesidad de avanzar en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y el Acuerdo de París. Este trabajo analiza la evolución de las BMD, su funcionamiento y gobernanza, y las transformaciones recientes en el sistema financiero internacional. La hipótesis plantea que la eficacia futura de estas instituciones dependerá de su capacidad para reformar su estructura, innovar en sus instrumentos y ampliar la participación de los países prestatarios en sus decisiones.
Orígenes y evolución
Las BMD surgen con la creación del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF) en 1944, a partir de los Acuerdos de Bretton Woods. Este banco, junto con el FMI, se diseñó para fomentar la cooperación económica y apoyar la reconstrucción posguerra. Posteriormente, el BIRF amplió su mandato para incluir el desarrollo en países de ingreso medio y bajo.
Durante las décadas de 1950 y 1960 se crearon bancos regionales como el BID (1959), el AfDB (1964) y el ADB (1966), que adaptaron sus estrategias a necesidades locales. Estos bancos introdujeron una perspectiva regional en el financiamiento del desarrollo, acercando los recursos a los contextos específicos de cada continente. Permitieron mayor autonomía a los países en desarrollo en el diseño y ejecución de sus políticas económicas y sociales, consolidando un modelo multilateral más diverso.
En los años noventa, el enfoque dominante fue el ajuste estructural, bajo los lineamientos del Consenso de Washington. Las BMD impulsaron reformas centradas en la apertura de mercados, la privatización y la disciplina fiscal. Estas políticas fueron cuestionadas por sus efectos en la desigualdad y la pobreza. A partir del siglo XXI, estas instituciones retomaron un enfoque contracíclico, con intervenciones orientadas al desarrollo sostenible y a la respuesta ante crisis globales. Así, ampliaron su rol, involucrándose en el financiamiento de bienes públicos globales y en la atención de temas como el cambio climático, la equidad de género y la inclusión financiera.
Este recorrido muestra una transformación institucional desde entidades centradas en la reconstrucción hacia organismos que participan activamente en la gobernanza económica global. Las BMD han pasado de ser prestamistas tradicionales a convertirse en actores que influyen en la definición de normas, estándares y prioridades de desarrollo.
Modelo operativo
Las BMD combinan mecanismos financieros del sector privado con respaldo multilateral. Su capital se compone de aportes suscriptos por los países miembros, divididos en capital pagado y llamable. Esto les permite acceder a los mercados con buenas calificaciones crediticias y apalancar fondos adicionales (Eichengreen, 2023).
Generan ingresos a partir de intereses sobre préstamos, inversiones y comisiones. A diferencia de la cooperación bilateral, operan bajo criterios de sostenibilidad financiera, manteniendo como objetivo el desarrollo (Clifton et al., 2021). Este equilibrio entre viabilidad económica y mandato social define su identidad híbrida.
Entre sus instrumentos se incluyen préstamos, garantías, asistencia técnica, y financiamiento de infraestructura. Recientemente han incorporado esquemas de financiamiento combinado (blended finance) y bonos verdes, que buscan movilizar inversión privada hacia sectores prioritarios (Al Anshori et al., 2022). Estas herramientas permiten compartir riesgos con inversores privados y canalizar capital hacia áreas que de otro modo serían desatendidas por el mercado.
En los últimos años, también han impulsado plataformas de cofinanciamiento con bancos nacionales de desarrollo y fondos soberanos. Estos mecanismos colaborativos se orientan a fortalecer las capacidades locales, ampliar el impacto de las inversiones y asegurar la sostenibilidad a largo plazo.
Gobernanza
Las reglas de gobernanza de las BMD otorgan poder proporcional al capital suscripto, lo que genera un control predominante por parte de países desarrollados. Esto ha sido motivo de críticas por la falta de representación de los prestatarios (Martinez-Diaz, 2008). El poder de voto se concentra en un reducido número de países, lo que limita la influencia de los países de ingresos bajos y medios en la toma de decisiones clave.
En las últimas dos décadas, China y otras economías emergentes han promovido instituciones como el AIIB y el NDB, con modelos de gobernanza más equilibrados (Wang, 2019). Estudios indican que en estas nuevas BMD los países en desarrollo tienen mayor poder de decisión (Kim & Lee, 2019).
Sin embargo, también se han planteado críticas respecto a la transparencia y los mecanismos internos del AIIB, incluyendo denuncias sobre presiones políticas y problemas de gobernanza (Pickard, 2022). Esto sugiere que el equilibrio entre agilidad operativa y legitimidad institucional sigue siendo una tensión sin resolver.
Los intentos de reforma de la gobernanza de las BMD tradicionales han tenido resultados limitados. Aunque se han hecho ajustes para aumentar la representación de economías emergentes, persisten las asimetrías. Esto afecta la percepción de imparcialidad, reduce la apropiación de los proyectos y debilita la eficacia de las intervenciones.
Competencia y reconfiguración institucional
El surgimiento del AIIB (2015) y el NDB (2014) introdujo nuevas dinámicas en el sistema financiero internacional. El AIIB destaca por su capacidad para aprobar proyectos de manera más ágil, y el NDB se caracteriza por su representación igualitaria y su enfoque en cooperación Sur–Sur (Clifton et al., 2021).
Ambas instituciones representan una alternativa a las BMD tradicionales, tanto por su estructura como por sus prioridades. La competencia entre viejas y nuevas instituciones ha generado una redistribución del financiamiento global, al tiempo que impulsa reformas en la arquitectura financiera.
Estas nuevas BMD han priorizado la inversión en infraestructura, energía renovable y conectividad regional. En muchos casos, han reducido la dependencia de los países prestatarios respecto de los organismos tradicionales, ampliando el margen de negociación y fortaleciendo la autonomía regional. También han promovido enfoques menos burocráticos y más centrados en la ejecución rápida de proyectos.
Sin embargo, su consolidación también plantea preguntas sobre la coherencia del sistema multilateral, la coordinación entre instituciones y los riesgos de fragmentación. En lugar de reemplazar a las BMD tradicionales, estas nuevas entidades pueden ser vistas como complementarias, siempre que se fortalezca la cooperación interinstitucional.
Desarrollo sostenible y cambio climático
Uno de los principales desafíos actuales es la adecuación de las BMD a la Agenda 2030 y al Acuerdo de París. Aunque muchas han adoptado instrumentos climáticos, menos del 30 % de sus fondos se destina a proyectos ambientales efectivos, concentrados en países de ingreso medio (Xie et al., 2023).
Autores como Mazzucato y Songwe (2024) plantean que las BMD deben reformular sus mandatos para incorporar indicadores de impacto social y ambiental, y participar en la transformación estructural del sistema financiero global.
Según el informe conjunto de las BMD sobre financiamiento climático de 2023, estas instituciones cubren entre el 15 y el 20 % de la brecha financiera estimada. Esto evidencia la necesidad de ampliar su capacidad de acción.
Además, las BMD enfrentan el desafío de diseñar métricas más adecuadas para evaluar el impacto real de sus proyectos. Esto incluye la incorporación de indicadores no financieros y la adopción de metodologías participativas que reflejen las prioridades de las comunidades beneficiarias.
Perspectivas
Las BMD deben mejorar su capacidad de financiamiento mediante nuevas capitalizaciones, revisar su gobernanza para incluir a más actores y desarrollar instrumentos mixtos con el sector privado. El BU GDP Center (2025) señala la complementariedad entre BMD, bancos nacionales de desarrollo y banca privada para movilizar recursos hacia infraestructura, salud y transición energética.
En Argentina, el SSRFID (2023) destaca la importancia de una estrategia nacional que articule gobiernos, BMD y actores locales para maximizar el impacto del financiamiento disponible. Esto implica contar con carteras de proyectos bien formuladas, capacidad técnica en las agencias ejecutoras y mecanismos de evaluación rigurosos.
A futuro, será necesario repensar el papel de las BMD en un contexto de policrisis, donde convergen desafíos económicos, sociales y ambientales. Su legitimidad dependerá de su capacidad para actuar con rapidez, adaptabilidad y orientación al impacto.
Conclusión
Las BMD evolucionaron desde su rol inicial como instrumentos de reconstrucción hacia entidades activas en la configuración del desarrollo global. En un contexto internacional cambiante, deben actualizar su estructura operativa, revisar sus reglas de gobernanza y asumir una función más integral en el financiamiento sostenible y equitativo.
La expansión de nuevas BMD y la necesidad de enfrentar desafíos globales exigen una transformación profunda. El financiamiento por sí solo no es suficiente: se requiere una revisión de los objetivos, una mayor coordinación con actores locales y una nueva forma de medir el éxito de sus intervenciones.
La oportunidad actual radica en que estas instituciones no sólo canalicen recursos, sino que contribuyan a configurar un sistema financiero internacional más justo, resiliente y orientado al desarrollo humano.
* Este artículo fue presentado en el marco del trabajo final de la materia “Financiamiento Internacional para el Desarrollo” de la Maestría en Finanzas de la UNSAM – 2025
** El autor es estudiante de la Maestría en Finanzas de la Universidad Nacional de San Martin, con formación en ciencias económicas.

Bibliografía
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